La mayoría de héroes que conocemos son seres extraordinarios con poderes mágicos y una capa ondeando en sus hombros. Pero también existen héroes de carne y hueso, tan humanos como tú y como yo, que algunas veces se equivocan y otras aciertan a lo grande. Charles Darwin fue uno de ellos. Sus poderes fueron unas pinzas, una gran capacidad de observación y una curiosidad i li mitad a. Los llevó siempre encima, incluso cuando dio la vuelta al mundo; a su regreso, le sirvieron para descubrir la teoría de la evolución, uno de los logros científicos más importantes de la historia. Tal es la proeza de Charles Darwin, y esta es su historia.
Desde que era niño, siempre conservé a dos buenas compañeras: la curiosidad y las ganas de aprender. Ellas me ayudaron a descubrir una de las hipótesis más importantes de la ciencia: la teoría de la evolución. Gracias a ella, hoy podemos entender la historia de la vida en la Tierra.
No fue una tarea fácil. En mi vida, tuve que enfrentarme al fanatismo y a los prejuicios de mucha gente. Pero yo decidí persistir, porque aprender significa abandonar las ideas equivocadas y sustituirlas por otras mejores. Si no lo hiciéramos, seguiríamos viviendo en las cavernas
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